miércoles, 1 de abril de 2015

El imaginario

<Es como hurgar en lo íntimo, la privacidad tan deliberadamente resguardada que solemos proteger de ojos fisgones. Así se debe sentir Dios que, si quiere, abre nuestro candado pedorro del diario íntimo con sólo pensarlo. O quizás con un tenedor, como hacía mi hermano.>
Estos pensamientos abrumaban la cabeza de una mujer que observaba a un chico de un balcón próximo pero no vecino. Aunque borroso, algo se dejaba ver de ese sujeto.
Fantaseó largamente con que el chico también la estaba mirando y haciendo una historia sobre ella. Algo así como el principio de un amor. Pseudo amor, amor virtual o lo que sea.
Primero observa el contexto de su hábitat. <Es como el zoológico>, pensó.
La decoración es fundamental. Si la atrae, el chico misterioso sube algunos escalones.
La chica es de esas que gusta de los ambientes. De aquellas que prefieren la estética antes que la practicidad. Esa vela que ven ahí, siempre apagada, va ahí porque queda bien. Punto, se acabó.
Pero vuelve al chico. Su imagen se vuelve a posar en algún lugar de su rabillo y vuelve a perderse en esta imaginación.
Lo mira. Ve puras sombras que recortan el fondo bien iluminado de su departamento. Le atrae. El chico está inmutable ante el presunto gol de river que la gente alrededor acaba de festejar. 
Mejor.
No le gustan los pibes fanáticos del fútbol. Esa devoción desaforada la abruma. Le indigna, aún más, el dinero que reciben esos muchachos que mueven la pelota.
Vuelve al chico. Cree que alguien más está en el balcón. -¿Amigo o “amiga”?-se preguntó.
-mmmm….
¿Cómo se verá ella, de todas formas, desde la distancia?
Ella que se apropió de cierto espacio imaginario del que goza. Su hogar.
Cree que un espacio dice mucho de las personas. También, al parecer, le da mucha importancia a lo que dicen los demás. Es por eso de verse en el otro, las teorías del reflejo y esas yerbas. Es también supersticiosa, cree que algo la está mirando siempre. Seguramente por su tentación a creer en que ella es especial, aunque reconoce que debería darle menos importancia a su presente para adoptar la vida asceta y bueno, eso que también está de moda por su mente.
Presentarla de esta manera no tan seductora es interesante. El que quiere seguir adentrándose en una mujer así, es porque quiere algo más que un garche. O puede ser también de esos que harían cualquier cosa por un garche, como estar con una loca, desvirtuada mental y/o psicópata fetichista, menemista, con tendencias pinochetistas o lo que sea. <Los hombres hacen cosas extrañas para coger, -pensó-, pero seguro las mujeres también.>
Todo bien, nadie tiene la verdad, etc.
La chica le pregunta a su hermano si veía a alguien en aquel balcón misterioso. El hermano mira detenidamente y, tras pausada reflexión, mira a su hermana y le dice, francamente: 
-Pendeja, eso no es un pibe. Es una planta grande que hace sombra.

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